Violencia de genero vs lucha y opresión, de la mujer trabajadora

Que mejor momento, para una pequeña reflexión/aportación al día internacional de denuncia sobre la violencia de genero. Reflexión en voz alta, desde este marco geográfico histórico que considero Nafarroa, casa de todas las vascas.

Una reflexión en la cual las mujeres trabajadoras compartimos con nuestros compañeros la opresión de clase. Pero, además, vivimos una segunda opresión que surge del lugar que ocupamos en el régimen de producción capitalista. El capitalismo se ocupa y preocupa de que las mujeres tengamos hijos suficientes como para garantizar mano de obra abundante y barata. Y, en segundo lugar, que “cuidemos de la familia”, que garanticemos que los trabajadores estén en condiciones, cada día, de volver a ser explotados y sostener así la reproducción de la fuerza de trabajo.

Para que las mujeres nos subordinemos a la esclavitud doméstica y aceptemos que nuestra principal función social es la maternidad, el capitalismo cuenta con la ayuda de la Iglesia y otras religiones, y de todo un aparato ideológico sostenido por los medios de comunicación, la publicidad, la educación, buena parte de la producción cultural, etc., que apuntalan la idea de que las mujeres somos “naturalmente" esposas y madres, que nuestro “ámbito natural” es el hogar, que por razones biológicas (menos fuerza, embarazo, parto, amamantamiento) o psicológicas (sensibles, dóciles, inestables emocionalmente) no estamos en condiciones de cumplir las mismas tareas que nuestros compañeros.

Sin embargo, las mujeres siempre hemos trabajado. Y bajo el capitalismo, nuestra supuesta “debilidad” es utilizada por los patrones para reservarnos los trabajos más rutinarios, precarios y peor pagados, y de esa manera depreciar el salario del conjunto de la clase obrera.

Se intenta ocultar que las mujeres no hemos sido siempre el sexo oprimido y que durante miles de años la maternidad no nos impidió intervenir en la producción social. Eso explica el importantísimo lugar de las mujeres en las sociedades primitivas. La opresión femenina coincide con la aparición de la sociedad de clases y la propiedad privada, con la necesidad de garantizar la herencia en las clases poseedoras.

El capitalismo, las religiones y los medios de comunicación al servicio de estos también han intentado convencer a las masas de que la familia monogámica es la única forma posible de organización familiar, que ésta ha permanecido inalterable desde el comienzo de los tiempos. Esto también es falso.

De esta doble opresión se desprenden reivindicaciones específicas de las mujeres, que forman parte del programa general de lucha de la clase trabajadora.

Desde sus orígenes, el marxismo y las organizaciones obreras revolucionarias consideraron a las trabajadoras parte integral de la clase obrera y de la lucha contra el capital. Desmenuzaron las causas materiales de la doble opresión. Desarrollaron un programa que incluyera sus reivindicaciones en la lucha por una sociedad sin opresores ni oprimidos. El marxismo y la vida misma, demostró que no es posible resolver esta opresión ni ninguna otra, bajo el capitalismo.

Desde hace más de un siglo, en gran parte del planeta, las mujeres y los hombres tienen igualdad legal. Los avances científicos y tecnológicos posibilitan que ambos sexos desarrollen cualquier trabajo sin que importe la “fuerza”. También sería posible socializar las tareas domésticas. Sin embargo, el capitalismo en su etapa de descomposición ahonda los rasgos más brutales de la doble opresión.

Desde sus orígenes, también, los revolucionarios impugnaron a las corrientes políticas feministas que sostienen que la liberación de la mujer es un problema “cultural”, que une a todas las mujeres, sin diferencias de clase, y enfrenta a un sexo con el otro. Y que esperan resolver el problema “cultural” sin tocar la propiedad privada de los medios de producción. No es sexo contra sexo, es clase contra clase.

Estas aportaciones, pretenden ser una base para la reflexión y el debate, que debe considerarse aún en construcción, e intenta demostrar:

Que las mujeres no fuimos siempre el sexo oprimido y que la opresión tiene causas sociales y no biológicas ni “naturales”.

Que la degradación de las mujeres coincide con el surgimiento de la sociedad de clases y sus instituciones (el Estado, la familia, la propiedad privada).

Que las mujeres hemos trabajado siempre y no sólo en las tareas domésticas.

Que mientras la producción no tenga un carácter social no habrá una verdadera emancipación femenina.

Que la liberación de la mujer exige enfrentarse al capitalismo y a todas sus formas de dominación política.

Que la defensa consecuente por los derechos de las mujeres de todos los sectores explotados, está en el programa de las organizaciones revolucionarias desde sus orígenes, tanto a nivel internacional, como en la tierra de todas las vascas… Nafarroa.

Que las mujeres hemos sido activas participantes de todas estas luchas.

 

Gauhontz gorria.

 

Nafarroan, 2017ko azaroaren 25ean

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