1. Capitalismo, imperialismo y crisis (I)

Estos tres términos engloban la esencia del capitalismo en su fase actual, los tres son imprescindibles para comprender los acontecimientos que ahora se desarrollan en el mundo. Su análisis no debe caer en un relato lineal, sino que debe mostrar la lógica de este sistema, el capitalismo, las tensiones y contradicciones en las que se desarrolla,

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1. Capitalismo, imperialismo y crisis (I)

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      Estos tres términos engloban la esencia del capitalismo en su fase actual, los tres son imprescindibles para comprender los acontecimientos que ahora se desarrollan en el mundo. Su análisis no debe caer en un relato lineal, sino que debe mostrar la lógica de este sistema, el capitalismo, las tensiones y contradicciones en las que se desarrolla, que le obligan recurrentemente a cambiar de fase, es decir, la forma concreta en que se articula para hacer frente a la tendencia al colapso hacia el que se encuentra abocado y al mantenimiento de los flujos de transferencia de riqueza desde los desposeídos hacia las élites en los países del centro y desde los países de la periferia a los países del centro en el mundo, esto es, el imperialismo.

        El capitalismo supuso la superación de los sistemas anteriores, la liberación de las fuerzas productivas y la creación de una nueva clase dominante, la burguesía, que necesitó esa liberación para alcanzar su objetivo de acumular poder y riqueza y constituirse en clase dominante; es decir, con capacidad para tomar decisiones, imponerlas y construir una estructura sobre la que apoyarse y reprimir a todo aquel que se enfrentara de algún modo al dominio de esta nueva élite. Asimismo se construyó un discurso ideológico para que el capitalismo se aceptara y que justificara los procesos de dominación y explotación de los hombres y de la naturaleza.

        La propiedad privada sería la figura hegemónica que dominaría la escena económica, política y social. Apropiándose de los medios de producción y siendo la acumulación el objeto de la nueva clase burguesa, la fuerza de trabajo pasó a ser una mercancía y el trabajador quedaría desvinculado del resultado de su propio trabajo. La lógica del beneficio se imponía a la lógica de las necesidades: la explotación humana es el soporte del sistema, la propiedad privada de los medios de producción es su estructura, la acumulación privada ilimitada de riquezas y poder su resultado.

        El enfrentamiento sistémico entre productores asalariados y propietarios del capital que los explota es lo que se denomina “Lucha de Clases”. Este enfrentamiento puede tomar muchas formas. En la actualidad en Occidente, la lucha de clases está hegemonizada por los capitalistas y en el lado de los productores está muy debilitada por varias razones que conviene analizar.

        En otros lugares del mundo los trabajadores presentan una batalla mucho más activa. La Lucha de Clases no debe limitarse a la mejora de las condiciones laborales personales, sectoriales o regionales. Como lucha sistémica, debe entenderse como un proceso colectivo, de clase y su objetivo final debe ser la transformación de la sociedad y de las relaciones de producción que la articulan. La comprensión de este proceso, la toma de consciencia de las masas de los trabajadores, es una de las claves para su éxito.

         Para que este sistema funcione de forma segura, la clase burguesa necesita controlar la toma de decisiones, dotarse de una estructura político administrativa que la legitime, gestione sus intereses y  que disponga de todos los medios para hacerlo efectivo: el estado burgués. Dentro de esos medios hay que destacar el aparato policial y militar que asegure la dominación sobre cualquiera que se oponga, se resista o tan solo dificulte el proceso de acumulación y que permita y asegure la transferencia de riqueza de la periferia al centro.

        Los requerimientos para la acumulación no terminan ahí, no solo es preciso saquear y explotar; es necesario que los productos obtenidos sean vendidos para finalmente obtener beneficios que vuelvan a ser invertidos. La búsqueda incesante de una mayor rentabilidad demanda la tecnificación, que cada vez menos mano de obra logre producir más productos. Ese proceso conlleva una disminución de la capacidad de compra de los productos fabricados porque cada vez menos obreros intervienen en su fabricación, desencadenando una dinámica denominada ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia.

        Esta contradicción estructural del capitalismo se ha conseguido paliar y sortear, pero no ha podido ser resuelta, provocando crisis cíclicas, y diferentes formas de reordenación de los procesos de acumulación para evitar esa caída de la tasa de ganancia.

        Con frecuencia, en base a este principio, se argumenta que el capitalismo se acerca a un colapso final, a su autodestrucción y que de forma temprana la crisis será terminal. Sin embargo hay que tener en cuenta diversos factores que matizan este argumento: por un lado, el capitalismo ha demostrado tener una enorme capacidad de maniobra para responder a esas situaciones (lo hizo en la crisis del 29 y en la del 73 del siglo pasado); es cierto que se van agotando sus recursos para responder, pero al mismo tiempo ha demostrado ser capaz de tomar decisiones, aun con gravísimas consecuencias y desarrollar mecanismos de control cada vez más eficaces y de una mayor amplitud.

 

Coordinadora Estatal Contra la OTAN y las Bases

Euskal Herriko Fronte AntiInperialista

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